Tampoco en las vacaciones nos falta la carta del Superior general, llena de ánimo y horizontes

Queridos hermanos y laicos de la Familia pavoniana: «Yo no soy profeta ni hijo de profeta, sino pastor y cultivador de sicómoros, pero el Señor me arrebató de detrás del rebaño y me dijo: Ve a profetizar a mi pueblo Israel» (Amós 7, 14-15). Siempre me ha impresionado con esta “confesión” del profeta Amós, que escucha-mos en la liturgia de hoy. Nuestra experiencia refleja su experiencia. No estamos en una situación de especial privilegio. Compartimos la condición de la mayoría de la gente. El Señor nos tomó, nos llamó, nos confió una misión dentro de su pueblo, una “mi-sión profética”. En nuestra vocación religiosa no damos testimonio de nosotros mismos, sino del Señor. Lo hacemos como todos los bautizados, pero con una responsabilidad mayor, unida a la vocación especial del Señor. Es una llamada que no nos distancia de los demás hermanos, sino que nos sitúa entre ellos como signos visibles de la presencia y el amor del Señor hacia su pueblo, hacia la juventud, «esa porción de la pobre huma-nidad, que es la más querida por el amorosísimo Corazón de Jesús», como nos recuer-da nuestro Padre Fundador. Nuestra tarea principal es ser auténticos “profetas” del Señor: dar testimonio de que el Señor, con nuestras vidas y nuestras opciones, en un espíritu de humildad y sencillez, como también nos pide el Beato Ludovico Pavoni. Esta es nuestra misión en el mundo en que vivimos, con los graves problemas que hoy está atravesando. Esta es nuestra mi-sión en la Iglesia, con las fragilidades que existen en su interior y los retos con que se debe enfrentar, siempre confiando en el poder del Espíritu. Esta es nuestra misión en la comunidad en que nos encontramos, con sus aspectos fuertes y débiles, caminando a la luz de nuestro carisma. Estar en la formación El sentido más profundo de la formación permanente es éste: seguir siendo y ser siempre mejores testigos del Señor en nuestra vida, apasionados por él, apasionados de la llamada que nos ha dirigido, apasionados en el servicio a los hermanos y los jóvenes. Este mes se llevará a cabo en Ponte di Legno un curso de formación permanente pa-ra los hermanos de la Congregación (del día 9 al 23). Se trata de un momento privile-giado y oportuno, que pretende promover un camino cotidiano de adhesión al proyecto del Señor. Es un momento extraordinario, cuyo objetivo es revitalizar en el tiempo ordi-nario el testimonio de la fe y de la entrega de la vida al Señor y al prójimo. Desde hace algunos años estamos sensibilizándonos en esta dirección, pero tal vez esta perspectiva aún no forma parte plenamente de nuestra mentalidad y nuestra viven-cia. Nos cuesta dedicar tiempo a nuestra formación continua y participar en algún curso específico, sobre todo con los demás hermanos de la Congregación. Sin embargo, son oportunidades valiosas e indispensables para mantener la vitalidad espiritual y la vitali-dad apostólica en la vida cotidiana. Las palabras del Padre Fundador que cierran las Constituciones son siempre muy oportunas para todos nosotros: «El amor a la virtud y el deseo de la perfección han de hacer perenne en cada uno el sacrificio voluntario ofrecido al Señor de todo su ser entrando en esta Sociedad, y debe comprometerle a llevarlo a cumplimiento o perfeccionarlo a medida que avance en la edad» (CP 311). Estas palabras expresan muy bien lo que significa en esencia “estar en formación permanente”. El clima favorable de una fuerte experiencia de la espiritualidad Todos hemos programado, para este mes o el próximo, los ejercicios espirituales. Cada año son una experiencia fuerte de espiritualidad, una zambullida en la lógica del signo de las bodas de Caná, que favorece nuestro camino de formación permanente. Dado que persiguen esta meta, debemos vivirlos intensamente, en la escucha del Señor, en la oración y el examen de la propia vida, a fin de promover un compromiso firme de corresponder con mayor disponibilidad a la acción del Señor. Esta experiencia también es parte del tiempo de descanso de los compromisos anua-les normales, que para muchos supone el verano y para otros un tiempo parecido de sus-pensión o reducción de las actividades habituales. Este tiempo de “descanso” se enriquece con experiencias significativas (de espiritua-lidad, de fraternidad, de apostolado), y la oración −personal y comunitaria− no ha de sa-crificarse, sino que debe ciudarse más, al tener más tiempo disponible. «La palabra de Cristo habite en vosotros con toda su riqueza; instruíos y amones-taos con toda sabiduría; cantad agradecidos a Dios en vuestro corazón con salmos, himnos y cánticos inspirados» (Col 3, 16). Con esta invitación del apóstol Pablo, os deseo a todos que seáis auténticos “profe-tas” entre el pueblo de Dios. Os saludo en el nombre del Señor. p. Lorenzo Agosti PS. Actividades de julio: Después del curso de formación permanente, seguirán, en Ponte di Legno, los ejerci-cios espirituales (23-28) y luego la peregrinación a Tierra Santa (29 a 5 de agosto). En Brasil, en Igarapé, se llevará a cabo el curso de ejercicios espirituales durante en-tre los días 26 y 30 y luego, el 31 y1 de agosto, se celebrará la reunión anual de la Fami-lia Pavoniana. Organizado por la Provincia Española, se ha programado una experiencia espiritual para jóvenes en Taizé, del 23 al 2 de agosto. Tradate, de julio de 2010.