En la recta final del curso, con la confianza en el Señor

  Queridos hermanos y laicos de la Familia Pavoniana,

        «Vivimos en un tiempo en el que con frecuencia, el hombre y la mujer buscan la felicidad sin Dios [...] y encuentran el aburrimiento y el sinsentido. También nosotros podemos estar tentados de perder la pasión de la esperanza, pero cada día vivimos una gran esperanza cuando vemos que en la raíz de los deseos de nuestros hermanos y de nuestras hermanas, hay siempre una necesidad profunda de espiritualidad y de búsqueda de trascendencia ¿Quién podrá saciar este hambre y esta sed?».

        Tomo estas palabras del mensaje final de la Asamblea de la Unión de Conferencias Europeas de Superiores Mayores (UCESM), que se celebró en Polonia en el mes de febrero sobre “La vida religiosa en Europa: historias de esperanza, esperanza para la Historia. El mensaje continúa así: «La vida religiosa, don de Dios para la Iglesia y para el mundo, ha abierto siempre en la Historia, caminos de esperanza: ofrecer el corazón y las manos a Dios y al prójimo. Hoy es está nuestra misión. Que nuestras casas sean lugares abiertos a todos, espacios de oración, de laboriosidad y de comunión fraterna, reflejo de aquella luz que brota de la fuente de la esperanza: Jesucristo muerto y resucitado por todos nosotros».

        Creo que este breve texto, del que reproduzco los pasajes centrales, contiene sugerencias que no valen sólo para Europa, sino para la vida religiosa en todos los continentes. Con la esperanza de no rebajar la densidad y la belleza expresiva de este mensaje, trato de desarrollar algunas consideraciones, aplicándolas al camino de nuestra Congregación en este momento histórico.

 

«Vida religiosa ... ¡no temas! ... Sigue testimoniando al hombre y a la mujer de tu tiempo la esperanza»

        El hombre persigue la felicidad. Siente dentro de sí un fuerte acicate para buscar la felicidad. Y el mundo de hoy, con las conquistas que ha alcanzadas, frecuentemente engaña al hombre haciéndole creer que puede alcanzar la plenitud de la felicidad con la posesión de bienes materiales y en la satisfacción de sus placeres. Muchos jóvenes y adultos se dejan seducir por estos halagos, y creen que Dios es inútil, o incluso que impide al hombre experimentar la verdadera felicidad.

        Un día, mientras estaba en la peluquería y esperaba mi turno, vi un programa de televisión que ponía estaba pasando el testimonio de algunos jóvenes de una comunidad de recuperación de toxicómanos. Me impresionó la claridad de sus análisis. Francamente reconocían que se habían dejado llevar por una frenética búsqueda del bienestar, del éxito y de la fama, que les hizo experimentar una sensación de vacío trágica y una triste sensación de fracaso. Ahora, con la ayuda de algún “buen samaritano”, estaban recuperando la dignidad y el sentido de la vida; ahora se daban cuenta de cómo y dónde encontrar la verdadera felicidad.

        Sólo los verdaderos valores de la vida, que encuentran su expresión plena en el Señor, pueden saciar el corazón humano. Nosotros hemos hecho este descubrimiento, por el cual cada día debemos dar gracias al Señor. Estamos llamados a dar testimonio de este descubrimiento; estamos llamados a ayudar a nuestros hermanos, y especialmente a los jóvenes, a hacer este descubrimiento, a encontrar en la fe en Cristo el sentido de la vida y la fuente de la alegría.

        Sobre las huellas de nuestro Padre Fundador, «que los jóvenes y los pobres ha dado la alegría de la esperanza», se nos invita a no perder la esperanza y,a ser portadores de alegría y esperanza para los jóvenes que nos han sido confiado. A pesar de las apariencias, no les basta con las cosas materiales ni siquiera con una educación adecuada. En el fondo de su corazón desean algo más, como todos nosotros, religiosos y laicos. Deseamos al Señor, fuente de verdadera felicidad. Como nos enseña y nos pide el Padre Fundador, también hoy el principal objetivo de todas nuestras instituciones educativas es la formación cristiana de los niños y los jóvenes, hacerles conocer y descubrir al Señor. Esto es lo esencial. Otros aspectos, muy estimables y necesarios, sólo son los medios o  fines secundarios.

        Pero como no es fácil ni se alcanza este final inmediatamente, corremos el riesgo de no tenerlo en la debida consideración, centrándonos más en la formación humana y cultural o profesional. ¡La formación espiritual quizá es la “cenicienta” en nuestras instituciones educativas! Por supuesto, para lograr este objetivo, es necesario ayudar a los jóvenes a superar la costra de superficialidad que a menudo hace de pantalla en esta búsqueda, y  llegar hasta sus corazones a través del corazón. Y no sólo con palabras. Ellos, en particular, deben ver en nosotros los religiosos, en sus educadores, e incluso en nuestros colaboradores laicos, hombres de Dios, gente de fe, personas que se dedican a su formación con pasión y disponibilidad, por amor a Dios.


«
Ofrecer el corazón y las manos a Dios y al prójimo. Hoy es ésta nuestra misión»

        «Ofrecer el corazón y las manos a Dios y al prójimo. Hoy es ésta nuestra misión». El corazón dice amor, las manos dicen el servicio. Corazón y manos a Dios, ante todo. La base de nuestra vocación es la llamada del Señor; en el centro de nuestras vidas hay una relación profunda con el Señor. De lo contrario, no se mantienen en pie ni nuestra consagración ni nuestra misión. Sólo así podemos dar el corazón y las manos a los demás, es decir, a los jóvenes, de acuerdo con nuestro carisma.

        Como individuos y como comunidades. Los jóvenes deben vernos como hombres de Dios y deben vernos a nosotros, los religiosos, como comunidad unida en el nombre del Señor. Una comunidad de personas que comparten con los laicos colaboradores el carisma pavoniano y que ofrece “espacios de oración, de trabajo y de comunión fraterna”, siendo los primeros en vivir estos valores y dimensiones.

        Nuestros colaboradores, nuestros niños y jóvenes y las personas que están cerca de nosotros deben ver que somos una comunidad religiosa que se empeña siguiendo el ejemplo del Padre Pavoni, una comunidad religiosa que vive relaciones fraternas, una comunidad religiosa que reza, que da importancia a la oración.

        Una comunidad religiosa que los acoge de buen grado y les invita a compartir momentos de fraternidad, servicio y oración. Una comunidad religiosa que se inserta en la Iglesia y en el territorio donde se encuentra. Una comunidad religiosa que se siente parte viva de la Congregación pavoniana, que gustosamente participa en los  eventos de celebración, en la formación y organización de la Congregación, en los que también participan los colaboradores, los niños y los jóvenes que educa.

        El compromiso significativo y coherente a nivel local y la inserción activa y cordial en lo relativo a la Congregación son dos coordenadas esenciales de nuestra realidad de Familia pavoniana.

        En esta dirección debemos caminar, evitando el peligro de la inacción o de involuciones perjudiciales para nuestro carisma y el futuro de nuestra misión.


En la cúspide del año sacerdotal

        En este mes de junio llega a su fin un año sacerdotal, que hemos vivido con toda la Iglesia. Aunque hemos puesto la mayor atención en el don y la importancia del ministerio sacerdotal, también hemos descubierto la dimensión vocacional de nuestra vida y la participación de todos los bautizados en el sacerdocio de Cristo. A todos, en virtud de la fe en Cristo, se nos invita a responder a su llamada según los dones que hemos recibido. Junto a la vocación más común del laicado, el Señor sigue llamando al sacerdocio ministerial y a la vida consagrada.

        También sigue llamando a nuestra Congregación. Depende de todos nosotros, religiosos y laicos de la Familia pavoniana, poner nuestra parte, interesarnos y crear condiciones para facilitar la respuesta de aquellos que sienten la llamada del Señor a gastar su vida por el carisma pavoniano, como sacerdote o como hermano laico. Estas convicciones y  líneas operativas han sido confirmadas y compartidas en las jornadas de sensibilización vocacional, celebradas en Longo del 7 al 9 de mayo, con la participación de hermanos y laicos de las zonas de Italia y España. Que no queden en “letra muerta”.

        Mientras tanto, damos gracias al Señor por los cuatro jóvenes eritreos que el pasado 28 de mayo han comenzado su noviciado en Asmara: Samuel, Kurubiel, Biemnet y Tekle. Oramos por ellos y por los jóvenes de nuestras instituciones y de las diversas experiencias que ofrecemos, para que sepamos responder al Señor de la manera más generosa posible.

        La liturgia de junio está llena de acontecimientos significativos para nuestro camino de fe en la Iglesia: desde el Corpus Christi al Corazón de Jesús (11) y de María (12), y desde san Luis Gonzaga (21), a la Natividad de san Juan Bautista (24), o los santos Pedro y Pablo (29). Estas referencias y la escucha de la Palabra de Dios iluminan nuestra vida cotidiana y hacen agradable a Dios nuestro servicio. Que podamos realmente vivir plenamente nuestra misión: Ofrecer el corazón y las manos a Dios y al prójimo.

        Con este deseo os saludo a todos en el nombre del Señor.


p. Lorenzo Agosti


Sarno, 1 de junio de 2010, memoria san Justino mártir.