En la que se presenta el documento sobre la interculturalidad en la Congregación

Queridos hermanos y laicos de la Familia pavoniana,

      En el número segundo del Boletín interno de 2009, que se distribuye en este periodo, aparece un breve documento de especial importancia para nuestro camino actual: “Experiencia de interculturalidad en la Congregación HMI” (pp. 51-60). Se trata de un texto aprobado por la Dirección general, que ofrece indicaciones operativas a dos propuestas contenidas en el Documento capitular de 2008. La ocasión nos ha dado la oportunidad de encuadrar el argumento en un contexto más amplio, precisamente el de la interculturalidad, una de las temáticas más vivas y urgentes hoy.

      El mundo actual está cada vez más globalizado. Esta realidad lleva consigo muchas consecuencias, a un  tiempo positivas y problemáticas, que implican e interesan también a la Iglesia, la vida religiosa y, por ende, a nuestra Congregación, que ya está presente en diversas naciones y continentes.

      Si está probado que nuestra formación, para ser incisiva y profunda, se da y debe seguir dándose en el propio contexto cultural, es también cierto que, para alcanzar su maduración y totalidad, necesita una perspectiva más abierta, de contraste y de contacto con otras culturas. Este encuentro enriquece la propia experiencia y hace crecer en la dimensión de la comunión y de la solidaridad, superando el riesgo de cerrazón en la realidad de cada uno, de una autosuficiencia miope y de una supuesta e inconsistente actitud de superioridad.

      Como he subrayado ya a los Superiores provinciales, la publicación del texto constituye así una ocasión para afrontar en la Congregación esta problemática y para ofrecer a los hermanos y a los laicos de la Familia pavoniana motivos de reflexión y de diálogo, que puedan iluminarnos muy oportunamente en este periodo histórico que estamos atravesando. En efecto, podría existir también entre nosotros el peligro de infravalorar el alcance de los fenómenos actuales ligados a la globalización y a las migraciones, interpretándolos de un modo reductivo o inadecuado, alejado de una referencia a los valores humanos de la racionalidad y de la solidaridad y a la visión evangélica.

      La reflexión sobre la interculturalidad adquiere una relevancia muy destacable para las relaciones dentro de las comunidades de la Congregación, que cada vez van a estar más caracterizadas por una composición internacional. Se convierte en importante también para madurar en una visión de Congregación, de manera que se supere el riesgo de provincianismo y de repliegue en una consideración restrictiva del horizonte de cada cual y, por tanto, de la propia disponibilidad. Somos religiosos para el Señor, y para su reino y para la Iglesia universal; somos pavonianos para la entera Congregación y para su misión en el mundo.

      Reitero estas convicciones hoy, jornada mundial de la vida consagrada; e invito a reflexionar juntos sobre el documento de la interculturalidad, con el fin de abrirnos a los argumentos referidos y crecer en la adhesión a las perspectivas delineadas.

     

Comunidad unida a los laicos, capaz de hacerse cargo de su futuro

       Como estoy insistiendo en las cartas de los últimos meses, el subrayado de este segundo año poscapitular se orienta a la dimensión vocacional de nuestro ser Familia pavoniana: religiosos y laicos nos sentimos llamados, según la vocación de cada cual, a compartir el carisma pavoniano y a hacerlo fructificar en la lógica de la comunión y de la misión. Y precisamente desde esta perspectiva podemos y debemos llegar a ser capaces de propuesta y de atracción vocacional. Porque no basta pensar en el presente. Nuestra convicción y nuestra responsabilidad nos estimulan a hacernos cargo también de nuestro futuro, del futuro de la Congregación, del futuro de la Familia pavoniana, del futuro de nuestro carisma.

      No se trata de algo que pensamos y decidimos simplemente desde nuestra iniciativa. Es el Señor quien nos inspira y a quien debemos escuchar y seguir. Es la Iglesia la que nos incita a movernos en esa dirección. Es nuestra historia la que no nos permite cerrarnos en el presente. Somos cauce de un carisma que nos ha sido transmitido desde el pasado y que nos pide que lo entreguemos al futuro. Estamos dentro de la misma dinámica de la fe, que hemos de transmitir de generación en generación.

      En la carta del mes pasado sugerí la propuesta concreta de la apertura de algunos momentos de oración, de vida y de misión de la comunidad a la participación externa, especialmente a los jóvenes a quienes logramos acercarnos. Añado ahora la invitación a la visibilidad. Los que están en contacto con nosotros (muchachos, jóvenes y sus familiares, colaboradores, voluntarios, personas cercanas y de alguna manera en relación con nosotros) deben sentir que se hallan en un ambiente pavoniano; deben percibir claramente la existencia y la centralidad de la comunidad religiosa como “lugar carismático” en torno al cual crece la Familia pavoniana y se desarrolla una misión, que ha tenido origen y que tiene aún su actual inspirador en el beato Ludovico Pavoni. Es decir, hace falta crear unidad entre la comunidad religiosa, las actividades y las personas involucradas (muchachos, colaboradores, voluntarios, fieles…). Hace falta crear mayores ocasiones de conocimiento y de encuentro: en algunas iniciativas, en algunos momentos específicos de vida, de oración, de intercambio, etc.

      En el pasado se han ofrecido ya sugerencias prácticas. Por ejemplo, en la Programación general (Cf. BI 2/08), cuando en el ámbito de la misión se alude a la afirmación del Documento capitular: “Estamos convencidos de que es prioritario hoy en día que se nos perciba como hermanos unidos en la misión” (3). Y se ejemplifica: “La entera comunidad religiosa entra en relación con todos los colaboradores laicos y con los destinatarios de su misión. Todos ellos (colaboradores y destinatarios) deben conocer a todos los hermanos de la comunidad. Es necesario crear ocasiones (por ej.: encuentro de la comunidad con todos los colaboradores, por grupos o todos juntos; presentación a toda la comunidad de cada nuevo colaborador…) para que lleguemos a un mayor conocimiento mutuo, y para que de ello brote estima, momentos para compartir y relaciones constructivas” (pp. 54-55).

      Cada comunidad puede valorar estas sugerencias, como también añadir otras, adaptadas a su situación. Lo importante es superar la inercia, que nos lleva a seguir como siempre se ha hecho e impide proyectar y realizar nuevas iniciativas, adecuadas a este fin.

 

El tiempo favorable de la Cuaresma para una renovada conversión

      El tiempo de Cuaresma, que hacia la mitad de mes iniciaremos con la liturgia de la Iglesia, puede ser una ocasión favorable y oportuna de conversión, para cada uno de nosotros y para nuestras comunidades, también bajo este aspecto.

      San Pablo nos exhorta: “Vosotros, hermanos, no os canséis de hacer el bien” (2 Tes. 3, 13). En el curso de la vida puede pasarnos también a nosotros que nos cansemos, nos desanimemos, sintiéndonos desmotivados a hacer el bien, a ser fieles a las opciones hechas, a llevar adelante con entusiasmo nuestros deberes. Por mil motivos o circunstancias, que nos atañen interna o externamente.

      La Cuaresma nos llama la atención sobre el centro o el fundamente de nuestra fe y de nuestra vocación. Pone en evidencia ante los ojos el amor de nuestro Dios, su palabra que nos invita a volver a él de todo corazón, a volver al amor de antes, a llevar a cabo una verdadera conversión.

      Tenemos necesidad de realizar una segunda o una tercera conversión durante nuestra vida.

      Es una cuestión decisiva en nuestro camino espiritual. Nos toca acoger la invitación que nos viene del Señor, conscientes del bien de nuestra vida y del bien que podemos hacer a los hermanos; conscientes de que en la adhesión plena a la voluntad del Señor está la auténtica alegría y la verdadera realización de nuestra vida, y está la eficacia de nuestro servicio al prójimo.

      “Vosotros, hermanos, no os canséis de hacer el bien”. Un gesto especial de bondad podemos expresarlo a través de alguna forma de solidaridad en favor de la población de Haití, recientemente golpeada por un terremoto terrible. Como Congregación hemos contribuido ya con una sustanciosa aportación.

           

Durante el mes de febrero tendrán lugar encuentros de diverso tipo a nivel provincial, tanto en Belo Horizonte en Brasil (11-15), como en Valladolid (12-14), o en Lonigo en Italia (20-21).

Durante este mes iniciaré también la visita fraterna a las comunidades de Italia, para continuarla luego en España y en las otras naciones donde la Congregación está presente. Me informaré, entre otras cosas, como he recordado ya, sobre los pasos que cada comunidad está realizando este año en relación con los laicos, en la óptica de la Familia pavoniana y de su capacidad de propuesta y de atracción vocacional.

¡Buen inicio de Cuaresma a todos!

 

p. Lorenzo Agosti

 

Tradate, 2 de febrero de 2010, Presentación del Señor, jornada mundial de la vida consagrada.