Una reflexión que nos prepara a celebrar la fiesta de la Inmacualda y la Navidad

Queridos hermanos y laicos de la Familia pavoniana,

      Estamos viviendo los días de la novena, que nos preparan a celebrar la solemnidad de la Inmaculada, nuestra especial y principal fiesta anual. Es la fiesta de la Congregación, nacida ese mismo día de hace 162 años. Es la fiesta de la Familia pavoniana, que se halla reunida para dar gracias al Señor y renovar sus compromisos, en el nombre y bajo la mirada de la Virgen Inmaculada. Nosotros, religiosos, renovamos nuestra consagración al Señor (con los votos de castidad, pobreza y obediencia) y los laicos renuevan sus promesas o su dedicación, como laicos, al carisma pavoniano.

      Para todos nosotros, como lo fue para nuestro Padre Fundador y como él desea, María es madre y modelo en nuestro camino de fe, para nuestro servicio apostólico, para nuestra vocación a la santidad. Religiosos y laicos, caminando juntos por la senda de la santidad, tenemos en María, después de Cristo, el apoyo y el ejemplo más alto y al mismo tiempo más cercano y eficaz. Sin olvidar los dones que ha recibido de Dios con vistas a su divina maternidad, nos proponemos detenernos más bien en su correspondencia a los dones de Dios, como nos recuerda san Agustín: “Cuenta más para María haber sido discípula de Cristo que haber sido madre de Cristo”.

      En muchos rasgos podemos mirar a María y obtener de ella fuerza y enseñanza.

 

“María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón” (Lc 2, 19; Cf. 2, 51)

      Partimos de esta afirmación del evangelista Lucas para subrayar un primer aspecto de la ejemplaridad de María: su actitud de escucha, de lectura desde la fe de los acontecimientos que la atañían. María es modelo de escucha. En su vida María da todo el tiempo necesario a la escucha y a la meditación de la palabra de Dios. Una escucha animada por la oración y que alimenta su oración. A la luz de la palabra de Dios, meditada e interiorizada, ella interpreta los avatares de la vida y crece en la fe hacia el Señor. “Dichosa tú que has creído, porque lo que ha dicho el Señor se cumplirá”, exclama Isabel refiriéndose a ella.

      Mirando a María, podemos preguntarnos cuánto tiempo sabemos dedicar a la escucha y a la meditación de la palabra de Dios, tanto a nivel personal como comunitario. Se trata de poner en práctica la recomendación de nuestro Padre Fundador sobre la estima y sobre el lugar que ha de ocupar la meditación u “oración mental” (Cf. CP 86 y 88 y RV 169).

      Podemos cuestionarnos en especial sobre la calidad de nuestra escucha de la palabra de Dios: ¿es una escucha orante, que llega a nuestro corazón, incide en nuestra vida, alimenta nuestra fe? ¿Es una escucha que sabemos compartir con los hermanos y los laicos de la Familia pavoniana, para llegar a ser verdaderamente una comunidad unida en el nombre del Señor y bajo la mirada de María?

      Es la propuesta de un camino, que hace auténtica y actual nuestra vocación y nuestra comunidad.

 

“He aquí la esclava del Señor: hágase en mí según tu palabra”  (Lc 1, 38)

      La respuesta de María en el episodio de la anunciación expresa su plena disponibilidad al proyecto y a la voluntad de Dios. María comprende que el sentido y la realización de su vida estriba en el adherirse al plan de Dios. Su fe, alimentada por la interiorización de la palabra de Dios, le ha hecho comprender esta verdad y la ha llevado a desearla y acogerla con amor. Las palabras de Jesús: “Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen” (Lc 11, 27) pueden estar referidas ante todo a su madre, a María. Ella no sólo escuchó, sino que supo observar, poner en práctica la palabra, la voluntad de Dios en su vida.

      La búsqueda y la puesta en práctica de la voluntad de Dios deben constituir también para nosotros, como cristianos y como consagrados, el sentido y la prioridad de nuestra vida. A la opción vocacional y a la opción fundamental deben seguirle opciones concretas y coherentes en la existencia cotidiana.

      La disponibilidad caracteriza el carisma pavoniano. El hacerse “todo a todos” paulino (1 Cor 9, 22) ha sido el programa del padre Pavoni, que nos vuelve a proponer a nosotros. La realización de la voluntad de Dios se expresa para nosotros en la obediencia, en la disponibilidad ante cada necesidad o solicitud razonable, en la búsqueda común y compartida para llevar a cabo nuestro carisma según las exigencias de tiempos y lugares (Cf. RV 39). Incluso sobre todo esto estamos llamados a interrogarnos y a confrontarnos.     

 

“Ha mirado la humildad de su sierva”

      Así se expresa María, mientras exalta al Señor por lo que ha realizado en ella. María reconoce las grandes cosas que Dios ha obrado en ella, pero no se jacta de ello. Es más, considera que ha sido destinataria de la misericordia de Dios, precisamente porque se ha hecho disponible a su acción con humildad. Si “todas las generaciones” la “llamarán dichosa” es porque Dios dispersa “a los soberbios” y enaltece “a los humildes” (Lc 1, 48.51.52).

      Estos mismos sentimientos han estado presentes también en la vida del padre Pavoni, que nos propone la humildad como la primera de las virtudes características de los “hijos de esta Congregación” (CP 24). Podemos sentir dirigidas a cada uno de nosotros las palabras que él dirigió a Domingo Guccini: «Debes recordar el dicho de san Pablo: “¿Qué posees tú que no hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿por qué presumes como si no lo hubieses recibido? (1 Cor 4, 7) » (Carta a Guccini 27).

 

“María se puso en camino y fue a toda prisa”  (Lc 1, 39)

      Captamos en estas palabras y en el gesto de María de visitar a Isabel un signo de su caridad laboriosa. María llevó a Isabel su servicio y el Señor. Con su servicio ofreció al Señor que llevaba en su seno. Nadie se lo había pedido. Fue una iniciativa suya la de visitar a Isabel, para prestarle ayuda y para estar a su lado, haciéndole compañía. Fue una caridad laboriosa y creativa la de María. Tomó la iniciativa, se molestó y lo hizo sin titubear, sin perder tiempo. No se dejó atemorizar o frenar en el largo camino que debía afrontar. El amor verdadero y auténtico supera cualquier barrera, afronta toda dificultad, encuentra hasta el más remoto  camino para prestar auxilio al que lo necesite.

      Una caridad laboriosa y creativa caracterizó también las opciones del Padre Fundador. Siguiendo sus huellas, nosotros, como comunidades unidas con los laicos para la misión, estamos llamados a hacer otro tanto. Hemos recibido la heredad de un carisma significativo, que a lo largo del tiempo hemos conservado fielmente y puesto al día oportunamente. No podemos pararnos en esta tarea. Fidelidad y aggiornamento deben seguir interpelándonos. No podemos permanecer sentados y perder un tiempo precioso, si estamos animados verdaderamente de pasión educativa.

      La condición juvenil nos transforma y las exigencias de los tiempos nos piden estar a la altura de lo que el Espíritu del Señor sugirió e inició en el Padre Fundador. El Documento capitular, a la luz de la Regla de Vida y del tiempo en que vivimos, nos insta a reflexionar, a dialogar y a actuar. También así imitamos a María, siguiendo las huellas del padre Pavoni.

 

La solemnidad de la Inmaculada

      Prepararnos a celebrar la solemnidad de la Inmaculada significa para nosotros mirar a María, intentar imitarla en sus sentimientos y en sus virtudes, como nos invita a hacer el padre Pavoni (Cf. CP 101) e invocar su protección maternal.

      María nos ayuda a caminar por la senda de la santidad, o sea, de la fidelidad a nuestra vocación. Que obtenga del Señor para la Congregación el don de nuevas vocaciones. Que proteja en especial a los jóvenes religiosos que el 8 de diciembre en Italia, en Brasil y en Eritrea van a renovar su profesión anual. Que esté cerca del novicio Antônio Carlos que el domingo 13 de diciembre, en S. Leopoldo, emitirá la primera profesión, y de los cuatro jóvenes brasileños (Alex Flávio, Emmanuel, Fabrício y Michael Cristian) que el día antes, también en S. Leopoldo, iniciarán el año de noviciado.

      Y que nos acompañe a todos nosotros en estos días de adviento a prepararnos con empeño, con esperanza y con gozosa espera a la Navidad del Señor

      Os saludo, anticipándoos de corazón mis mejores felicitaciones de Navidad.

p. Lorenzo Agosti

 

Tradate, 30 de noviembre de 2009, fiesta de san Andrés apóstol.