Con la carta la presentación oficial de la nueva Regla de Vida

Queridos hermanos y laicos de la Familia pavoniana:

      Quiero volver a hablar del nuevo texto de la Regla de Vida que ya ha sido presentado (o será presentado próximamente) en nuestras comunidades. Ha sido o será una ocasión muy importante, sobre la que merece la pena detenerse un momento, situándonos en la perspectiva del tema de este año — comunidad unida —, elegido a la luz del Documento capitular.

      Se podría objetar que, en el fondo, la Regla de Vida todavía sigue siendo la misma y, por lo tanto, el nuevo texto no supone una especial relevancia para nuestra realidad. Si miramos así este acontecimiento, todo seguirá como siempre; pero si lo acogemos como momento de gracia de parte del Señor, la entrega de la Regla de Vida puede constituir un don y un incentivo para dar un salto cualitativo en nuestra vida personal y comunitaria.

      El nuevo texto ha sido retocado en alguna de sus partes y, sobre todo, ha sido enriquecido con un capítulo inicial, sobre el espíritu pavoniano, que es la clave interpretativa de toda la Regla de Vida. Este enriquecimiento ilumina el impulso que nos llega del Documento capitular y nos ayuda a acoger la Regla de Vida como el proyecto desde el que seguimos dando nuestra respuesta al Señor.

      Hoy el Señor nos pide, como individuos y como comunidad, como Congregación y como Familia pavoniana, vivir el ideal encarnado por el Beato Padre Fundador, según las exigencias de los tiempos y lugares donde nos encontramos.

 

Planteamiento tradicional, planteamiento ondulante, planteamiento auténtico.

      Con el Concilio Vaticano II (1962-1965), el Espíritu del Señor señaló a la Iglesia un camino de renovación, para poder testimoniar eficazmente el evangelio de Cristo al mundo de hoy. También la Vida Religiosa, y dentro de ésta nuestra Congregación, está involucrada en este proceso de renovación, que puede ser descrito en tres momentos:

      1. mantener y resaltar todo lo que de sustancial y positivo nos ofrece la tradición;

      2. eliminar todo lo que ya no es válido ni oportuno;

      3. asumir las novedades que nos permiten encarnar de manera más auténtica y adecuada el carisma fundacional.

      Este proceso no ha concluido aún. Al tomarlo en consideración estamos llamados a desarrollar nuestra parte de manera eficaz y adecuada para tender a la meta que el Espíritu del Señor nos propone.

      Habiendo dejado un planteamiento tradicional de la vida religiosa, estamos aun encaminados hacia un planteamiento auténtico. Nuestra tarea actual es la de continuar tendiendo con decisión y esperanza hacia este objetivo, superando todas las carencias y ambigüedades de un planteamiento ondulante que caracterizan este proceso.

      El planteamiento auténtico está en la lógica de la fidelidad creativa. Ésta exige comenzar desde Cristo, ponerlo en el centro de la vida personal y de la vida comunitaria. No somos religiosos principalmente para lograr una realización personal o una mayor eficacia apostólica. Somos religiosos por Cristo. Porque hemos descubierto su amor, porque hemos respondido a su llamada, porque hemos acogido la gracia extraordinaria de la vocación al amor en la castidad consagrada, a la pobreza  evangélica y a la obediencia filial, porque estamos dispuestos a dar testimonio de él y a servirlo, en comunión con los hermanos, cómo y dónde él nos pide.

 

Comunidad unida para dar testimoniar de Cristo y de su predilección por los pequeños

      En el centro de nuestra vida están Cristo y la comunidad. Este es el planteamiento auténtico.

      En el centro, sobre todo, está Cristo. Esto significa y conlleva el primado de la vida “espiritual”, es decir, el cuidado de la vida interior, de la experiencia de Dios. Sin este primado, sin dar al Señor el corazón y el tiempo como nos indica la Regla de Vida, somos “como bronce que resuena o como címbalo que retiñe” (1 Cor 13,1).

      En el centro también está la comunidad. El primado de la vida interior, del amor de Cristo, lo expresamos como comunidad. Somos, ante todo, comunidad unida en torno a Cristo. Expresamos esta unidad en el espíritu del Evangelio y con las modalidades contenidas en la Regla de Vida, en el Documento capitular y en los otros textos que interpretan y especifican estos documentos.

      Si estamos verdaderamente unidos a Cristo, llegamos a ser capaces de vivir relaciones humanas y fraternas.

      Si estamos de verdad unidos a Cristo, no podemos dejar de testimoniarlo en la comunión de vida y en la generosa dedicación a la misión, vivida como expresión del carisma comunitario.

      La vida concreta de comunidad, si es lugar de auténtico testimonio vocacional, llega a convertirse también en lugar de eficacia apostólica. Y la comunidad se transforma en lugar de auténtico testimonio vocacional, si en su fundamento y centro están el amor por Cristo y por su evangelio, la fidelidad a los consejos evangélicos, el espíritu y el carisma de la Congregación, el discernimiento común de los signos de los tiempos.

      De esta manera, la comunidad pavoniana se convierte en testimonio de Cristo y de su predilección por los pequeños, y es capaz de llevar a Cristo a los muchachos y a los jóvenes de hoy, especialmente a los que tienen mayor necesidad, con el corazón y con la creatividad de padre Ludovico Pavoni.

      Acoger la nueva Regla de Vida, meditándola con asiduidad, y poner en práctica el Documento capitular quiere decir situarnos todos en la perspectiva de este camino de compromiso y esperanza, con nuestros límites, pero también con nuestras potencialidades y con una gran confianza en el Señor y en su Providencia.

 

En la solemnidad del Corazón de Jesús (19 de junio) comenzamos el “año sacerdotal”

      En el mes de junio, en la liturgia retomamos el tiempo ordinario, durante el cual el misterio de Cristo es celebrado “en su globalidad”.  Estamos insertados en el misterio de Cristo, que ilumina, da sentido y sostiene nuestro camino cotidiano. Caminamos dóciles al Espíritu del Señor, derramado sobre la Iglesia y sobre el mundo en la solemnidad de Pentecostés recientemente celebrada.

      Hemos celebrado hace poco también la fiesta litúrgica de nuestro beato Padre Fundador Ludovico Pavoni, “al que amamos y veneramos como padre y maestro ... y para nosotros expresión del amor paterno de Dios y propuesta evangélica concreta” (RV 1). El nos invita a imitar a Jesucristo, “especialmente en las virtudes interiores de su Corazón divino y en su amor apasionado por los pequeños y por los pobres” (RV 2).

      Con estas referencias nos disponemos a celebrar, en este mes, la solemnidad del Corazón de Jesús (19 de junio), comenzando un especial “año sacerdotal”, proclamado por el Papa Benedicto XVI.

      Intentemos caracterizar lo mejor posible este año, que ponemos bajo la protección del Corazón de María (20 de junio), dentro de la programación que nos sugiere el Documento capitular.

 

      Entre las citas de este mes de junio, junto a la memoria de San Bernabé (11 de junio), señalo:

-         del 21 al 27: experiencia de espiritualidad y solidaridad en Lourdes, para un grupo de adolescentes, promovida por la pastoral juvenil y vocacional de Italia;

-         del 27 al 28: asamblea de la Familia pavoniana en Lonigo;

-         del 30 al 1 y 2 de julio: reunión del Consejo general en Tradate.

      Os saludo cordialmente y deseo a todos que acojáis la invitación del apóstol Pablo de caminar según el Espíritu  (cf. Gál 5, 16.25).

 

p. Lorenzo Agosti

 

Tradate, 1 de junio de 2009, memoria de san Justino, mártir.