Con unos días de retraso colgamos en la web la última carta del Superior general

Queridos hermanos y laicos de la Familia pavoniana:

Estamos a las puertas del 1 de abril, 160° aniversario de la muerte de nuestro Padre Fundador. Cada año esta fecha nos lleva a detenernos y hacer memoria de esa mañana del domingo de Ramos de 1849. Nosotros también nos sentimos recogidos en la habitación de Saiano, en torno al lecho del padre Pavoni, conmovidos y apesadumbrados al igual que lo estuvieron nuestro primeros hermanos y los muchachos que el Fundador había acompañado desde Brescia hasta allí, para alejarlos de la violencia desatada en la ciudad. El p. Pavoni está grave y a punto de dejar este mundo. Su muerte no era previsible, no era de esperar. Hasta pocos días antes él estaba en plena actividad. Luego ese viaje, ese esfuerzo, ese gesto supremo de amor al preocuparse no tanto de sí mismo, sino de los muchachos más pequeños, ese caminar a pie bajo la lluvia, ese compartir con los suyos un acontecimiento doloroso y arduo. Hasta el fondo. Ese gesto constituye el sello de toda su vida. Mártir de la caridad.

El padre Pavoni muere en la brecha, muere confiando en María y encomendando a Dios el futuro de su “familia”, de su obra, de sus muchachos.

Incluso a través de avatares tormentosos, la Congregación ha experimentado siempre la Providencia de Dios en su camino y ha sentido la protección maternal de María, Madre de la Divina Providencia.

El recuerdo de aquel 1 de abril de 1849 y la historia de la Congregación nos estimulan hoy a ser dignos de una herencia tan significativa, entretejida de humildad y sencillez. Sin ruido y sin desarrollos imponentes, el carisma pavoniano ha obrado eficazmente en favor de la juventud más necesitada, contribuyendo con su aporte a la acción evangelizadora y caritativa de la Iglesia. Hoy depende de nosotros, confiados y agradecidos a la Providencia de Dios, hacer nuestra parte, para que lo iniciado con el Padre Fundador siga constituyendo un don para la Iglesia y para los jóvenes.

Lo que cuenta no es la grandiosidad y el número de obras, sino la entrega total de nosotros mismos, como personas y como comunidades unidas, a la hora de corresponder con fe y con amor a nuestra vocación y a nuestra misión, sin “escatimar nada a fin de ganar estas almas para Dios” (CP, Idea general), como auspiciaba el p. Pavoni. Su ejemplo nos espolea y su intercesión nos sostiene a fin de encarnar de forma auténtica y actual nuestro carisma, tal como está descrito en la Regla de Vida.

 

La Regla de Vida, luz en nuestro camino

Estamos a punto de imprimir en italiano el nuevo texto oficial de la Regla de Vida, que está en fase de traducción también para la imprenta en portugués y en español. Como ya he subrayado en la carta de febrero, la Regla de Vida representa y contiene el proyecto que nos hemos comprometido a poner en práctica con la profesión religiosa. Junto a la Palabra de Dios y después de ella, constituye una referencia fundamental para nuestra vida. Si la Palabra de Dios es “lámpara para nuestros pasos” (Cf. Salmo 118), también la Regla de Vida comparte esta característica, se hace luz en nuestro caminar.

Insisto, por consiguiente, en la necesidad de dar importancia de nuevo a la Regla de Vida, de tenerla presente de modo constante, tanto a nivel personal como a nivel comunitario. Invito a dar relevancia al gesto de la entrega del nuevo texto, cuando sea distribuido en las comunidades; que la entrega se lleve a cabo dentro de una celebración que evidencie su valor. Además, estaría bien que cada hermano dispusiera de dos copias, una para tener en su estantería y otra en la capilla, de modo que se favorezca y se haga más eficaz la meditación semanal sobre la Regla y la lectura comunitaria cotidiana de un párrafo, como está previsto en la Programación general poscapitular. La entrega del nuevo texto de la Regla puede llegar a ser la ocasión para que se lleven a cabo estos compromisos también en las comunidades donde esto no se cumple todavía.

Desde hoy, en las cartas mensuales comentaré también las principales novedades que el Capítulo general ha introducido en la Regla de Vida, al lado del texto sobre “El espíritu pavoniano”, que merece una profundización especial, tanto por parte de los religiosos como de los laicos. También para éstos la Regla de Vida representa, en sus líneas inspiradoras y esenciales, un texto cualificado de referencia.

Inicio comentando la primera integración: hay una referencia a la vocación, tema al que se alude también en el pasaje de una frase del número 39 al 40 de la Regla de Vida.

 

Sobre la vocación

A ti que, respondiendo a la llamada de Dios, quieres seguir su mismo camino, se te entrega esta Regla…[Proemio a la Regla de Vida (ap. 5)]

Cf  RV 40 (ap. 39): Convencidos de que Dios sigue llamando a nuestra Congregación, sentimos la presencia pavoniana en el pueblo de Dios como vocación, como llamada y como éxodo.

* La añadidura al Proemio (respondiendo a la llamada de Dios) intenta remarcar el primado de la llamada de Dios en la vida del hombre. Escoger una vocación no es iniciativa del hombre, sino iniciativa de Dios. El hombre está llamado a discernir y a responder.

Es necesario promover una cultura de la vocación en nuestras comunidades cristianas: “Toda vida es vocación”, es don y llamada de Dios. Lo que cuenta mayormente en la vida de todo cristiano es descubrir y responder a la llamada de Dios. No cuenta tanto lo que cada uno de nosotros pueda realizar, cuanto el cumplir lo que el Señor quiere de nosotros. Nuestra vocación está donde nosotros podemos amar más, donde nosotros podemos entregarnos más, valorando los talentos recibidos del Señor y confiando en su gracia y en su apoyo.

Dentro de esta óptica asume significado la llamada a una vocación de especial consagración: a la vida consagrada o/y a la vida sacerdotal. También hoy el Señor sigue llamando a hombres y mujeres a entregar su vida en estos caminos de especial consagración. Hace falta crear las condiciones, para que quien es llamado pueda tomar en consideración esta vocación y responder con disponibilidad y con generosidad.

* El Señor sigue llamando también a nuestra Congregación. Es la convicción expresada en el número 40 de la Regla de Vida. Nuestro testimonio, personal y comunitario, constituye un elemento esencial para suscitar en quien encontramos interrogantes e interés por nuestra opción de vida. La oración, la catequesis, el acompañamiento personal, la propuesta, la experiencia concreta de nuestra espiritualidad, fraternidad y misión representan ulteriores elementos que pueden abrir a otros el camino de la respuesta al Señor para unirse a nosotros en la condivisión del carisma pavoniano.

 

Del 1 de abril a la Pascua, a la semana eucarística (27 abril-3 mayo)

 

El mes de abril, después del recuerdo del Padre Fundador, nos llevará a celebrar la Pascua del Señor y se concluirá con la tercera semana del tiempo pascual, que invito también este año a distinguir en cada comunidad como semana eucarística. En ella se nos propone la lectura del capítulo VI del evangelio de Juan sobre el “pan de vida” y nos preparamos a celebrar, en el cuarto domingo de Pascua (domingo del Buen Pastor), la jornada mundial de oración por las vocaciones. Lo que he presentado en el apartado anterior puede encontrar aquí un momento significativo de puesta en práctica, también a la luz del Documento capitular sobre el “incentivar los recursos vocacionales” (3.3).

Citas del mes de abril: 9-12: Pascua juvenil en  Maggio (Italia) y en Salamanca. Martes 14: encuentro en Brescia para la Programación provincial de Italia.

16-18: Consejo general en Tradate y reunión con los Superiores provinciales.

Lunes 27: inauguración en Artogne (Val Camonica-Brescia) del Museo tipográfico “Ludovico Pavoni”, a cargo del exalumno Simón Quetti, contando con la presencia del cardenal G. Battista Re.

Al caer el 26 abril en domingo, sugiero anticipar al viernes 24 la celebración de la memoria de la Virgen María, Madre del Buen Consejo.

En el “discípulo que Jesús amaba”, Jesús desde la cruz nos ha confiado a María: “Mujer, he ahí tu hijo”. Sintiéndonos acogidos por su abrazo materno, nos disponemos a celebrar la Pascua “renovados en el Espíritu del Padre, para renacer en la luz del Señor resucitado”.

Con este gozoso deseo os saludo fraternalmente.

p. Lorenzo Agosti

 

Tradate, 28 de marzo de 2009, inicio de la quinta semana de Cuaresma.