Acabada la visita del Superior general a las comunidades de España

Queridos hermanos y laicos de la Familia pavoniana de España:

Al acabar mi visita fraterna a vuestras comunidades, en primer lugar quiero dar gracias al Señor por la experiencia vivida. Una vez más he constatado la solidez de vuestra fe en el Señor, vuestro amor a la Congregación, el sentido de fraternidad y la serenidad que existen entre vosotros, vuestro compromiso cotidiano en la dedicación a la misión que se os ha confiado.

Os doy gracias, además, por vuestra acogida y generosa hospitalidad, así como por el diálogo abierto y cordial que habéis tenido conmigo.

He podido tocar con las manos el deseo de renovación presente en vuestro corazón y entre vosotros y que habéis manifestado en la preparación del Capítulo general y en la fase poscapitular, culminada con la asamblea que celebrasteis el mes pasado en Valladolid y que encontrará verificación en la programación provincial que ya habéis aprobado.

Os invito a actuar de modo que todo este fermento encuentre realización concreta en la vida de cada uno y en la programación de cada comunidad. Ya desde ahora, pero sobre todo en vistas al próximo año de actividad, en el proyecto personal de cada uno y en la programación de cada comunidad debe encontrar espacio cuanto ha ido madurando durante estos meses a la luz del Documento capitular.

Todo lo que es significativo debe renovarse e integrarse en la vida de comunidad. La próxima programación de la comunidad no puede ser idéntica a la precedente, como si el Documento capitular, especificado en las Programaciones general y provincial, no hubiera existido. Existe, y no para quedarse sobre el papel, sino para ser traducido en nuestra vida personal y comunitaria.

La comunidad recibe la llamada a estar más unida:

-          unida entorno al Señor, valorando significativamente los momentos de oración que nos pide la Regla de vida;

-          unida a través de auténticas relaciones fraternas, que expresen nuestra consagración a Dios y el espíritu de familia que nos caracteriza;

-          unida en el desarrollo de la misión, que da testimonio de la prioridad de nuestra entrega a los jóvenes más marginados;

-          unida con los laicos de la Familia pavoniana, para compartir juntos el carisma del Padre Fundador.

Su figura, al lado de la figura de María, debe inspirar continuamente y sostener nuestros proyectos y opciones, a la luz de los “signos de los tiempos” y de la Regla de vida que, junto y tras la palabra de Dios, debe constituir una referencia cotidiana en nuestro camino.

En nuestro deseo y proceso de renovación, mientras nos alegramos por la presencia entusiasta y generosa de los laicos de la Familia pavoniana, podemos sentirnos desalentados por la falta de nuevas vocaciones religiosas. Esta constatación debe fortalecernos en la fe en el Señor, estimularnos en la oración y en la entrega a las iniciativas de pastoral juvenil y vocacional, y debe recordarnos que la propuesta vocacional más convincente es la que nace del testimonio de nuestra vida personal y comunitaria. Hacer que nuestras comunidades sean cada vez más auténticas en la fidelidad a la llamada y a la misión es para nosotros fuente de verdadera serenidad y de esperanza, y es la condición esencial para que el Señor nos conceda el don de nuevas vocaciones consagradas.

El Señor continúa llamando a nuestra Congregación, como sucede en otros lugares donde estamos presentes. Por eso confiamos en su Providencia y pedimos su sostén a fin de ser dignos seguidores del Padre Fundador y, como él, un corazón para los jóvenes de hoy.

Es el compromiso que nos aúna a todos en la congregación y el don que pedimos al Señor.

Ya estamos cerca del 1 de abril (160º aniversario de la muerte del padre Pavoni) y de la fiesta de Pascua. Estas circunstancias constituyen para nosotros un impulso en el seguimiento del Señor con todo el corazón, tras las huellas del padre Ludovico Pavoni.

Con estos deseos os saludo afectuosamente, renovando con vosotros y por vosotros mi gratitud al señor.

 

p. Lorenzo Agosti

                                                                                                                    

                                                                                                                      

 

Tradate, 22 de marzo de 2009, IV domingo de Cuaresma (B), “in laetare”.