La comunidad unida y visible, que comparte los bienes del Espíritu, en el centro de la carta

Queridos hermanos y laicos de la Familia pavoniana:

Hemos entrado en el tiempo litúrgico de la Cuaresma, que nos prepara a celebrar la Pascua con espíritu renovado. Es una ocasión favorable para intensificar el proceso de conversión al Señor, implícito en el bautismo. La palabra de Dios meditada en profundidad, la oración más intensa y un estilo marcado por la sobriedad crean en nosotros las condiciones para crecer en el amor de Dios y en la disponibilidad a sus proyectos, y para abrirnos a un amor oblativo a los hermanos y a una mayor y más concreta solidaridad hacia los pobres y los que sufren.

En el contexto de la Cuaresma, por tanto, podemos sentirnos estimulados también a reforzar la puesta en práctica de las orientaciones del Documento capitular.

 

Comunidad en camino hacia una unidad más auténtica y más visible

El tema del año sobre la comunidad unida nos lleva a interrogarnos sobre cómo se puede incentivar el tradicional espíritu de familia, que ha caracterizado nuestras relaciones, superando algunos límites y acentuando aquellos aspectos que hoy siguen estando de actualidad y cobran gran significado.

El espíritu de familia es un verdadero patrimonio de nuestras comunidades, es un aspecto de nuestro carisma especialmente apreciado por nosotros y es un elemento reconocido casi unánimemente por todo aquél que se nos acerca. Sin embargo, su presencia no ha impedido que se manifiesten algunos límites, que se pueden identificar en cierta tendencia al individualismo, en relaciones a veces reducidas excesivamente a lo esencial y en momentos de encuentro en cierto modo formales. El espíritu de familia, que se puede calificar hoy como espiritualidad de comunión, nos pide poner más atención a estos riesgos y dar mayor densidad a la comunión de vida. Estamos en comunidad, antes que para desarrollar un servicio, para compartir con los hermanos un ideal de vida, que nos viene del Padre Fundador: seguir a Cristo, ser una “cosa sola” con Él y servirlo en los “pequeños” que la Providencia nos confía.

Es necesario vivir este ideal en su triple dimensión, valorando y poniendo en su debido lugar la experiencia de Dios y la comunión fraterna, así como el compromiso en la misión. Junto a la visibilidad de nuestras actividades apostólicas debe aparecer, es más, debe emerger, más evidente aún, la visibilidad de nuestro ser comunidad: una comunidad fundada sobre la fe en Cristo y que reza unida, una comunidad que vive cálidas y sinceras relaciones fraternas, una comunidad unánime a la hora de dedicarse a la misión que se le ha confiado.

Bajo este prisma, el tiempo que dedicamos a los hermanos y a la vida de comunidad es tiempo precioso, no es tiempo perdido. Sobre estos puntos estamos llamados a confrontarnos y a convertirnos.

 

Comunidad que comparte los bienes del Espíritu

“Nuestra comunidad tiene su centro en la eucaristía” (RV 161) y se reúne en torno a la palabra de Dios, que medita y comparte con frecuencia (Cf. RV 155-156).

Para llegar a una condivisión vital de la palabra de Dios, hace falta tener el coraje de volver a la meditación, al cuidado de la vida interior. Acercarse a la palabra de Dios es esencial para el que quiera seguir a Cristo. La palabra de Dios no es un libro entre otros; es el libro del que todos los demás libros reciben significado. La lectura de la Sagrada Escritura debe estar, pues, en la base de todo tipo de lectura. Mediante la palabra de Dios nos formamos a la vida en Cristo. La meditación es la atención interior a la palabra de Dios: es dejar que la Palabra descienda de nuestra mente a nuestro corazón y en él halle su morada. Por consiguiente, meditar es mucho más que reflexionar sobre la palabra de Dios. La meditación es la creciente disponibilidad interior a la Palabra, es dejar que la Palabra se haga carne en nosotros; tiene, por tanto, consecuencias concretas para nuestra vida de cada día.

Podemos preguntarnos entonces si todavía somos capaces de meditar verdaderamente. Podemos preguntarnos si somos capaces de detenernos personalmente durante un tiempo prolongado, posiblemente cada día, sobre un pasaje de la palabra de Dios o incluso, en segundo lugar, sobre la página de un válido texto espiritual. Y si somos capaces de reflexionar sobre él y dejar que penetre en nuestro corazón y nos ponga ante nuestra vida y la realidad que nos circunda. Y si somos capaces de rezarlo y proponernos algo para que, con la gracia de Dios que nos ha iluminado, lo que hemos meditado nos abra a la conversión en nuestra vida.

Si somos capaces de meditar así, entonces sabremos también compartir con los hermanos eficazmente, a la luz de la palabra de Dios, nuestra experiencia de fe. Este compartir es el vértice de la comunicación fraterna. En efecto, la comunicación fraterna, que parte de la mesa en común de nuestros pensamientos y de nuestros propios sentimientos y está caracterizada por la escucha de los pensamientos y de los sentimientos del hermano, halla en la condivisión de los bienes del Espíritu su máxima expresión. Compartiendo la fe en la fe se pone en común lo que poseemos de más central y vital; y esta condivisión acrecienta el vínculo de la fraternidad.

La Cuaresma puede constituir el tiempo oportuno para dar nuevo espesor a la experiencia comunitaria de la lectio divina, preparada, compartida y encarnada según las indicaciones antes descritas.

 

La aprobación de la Regla de Vida y la preparación del aniversario del 1 de abril

Ha llegado de la Santa Sede la aprobación definitiva de nuestra Regla de Vida, con los añadidos y las modificaciones realizadas en el Capítulo general de julio pasado. Nos disponemos a reeditar el nuevo texto. Su entrega nos ofrecerá una ocasión para relanzar la importancia de la Regla de Vida, como proyecto fundamental de referencia para cada uno de nosotros, para nuestras comunidades y para la entera Congregación.

Como cada año, el mes de marzo nos prepara también a celebrar el aniversario de la muerte del Padre Fundador, acaecida el 1 de abril de 1849, es decir hace 160 años. Como ya sugería en la carta de enero, intentemos este año valorizar lo mejor posible este significativo aniversario en el ámbito de cada comunidad, preparándolo adecuadamente e involucrando de la manera más oportuna a todos los que viven cerca de nosotros.

A nivel de Congregación el 1 de abril estará caracterizado en Brescia por algunas iniciativas, promovidas en colaboración con las autoridades y con la Iglesia local. Por la mañana el Ayuntamiento de la ciudad colocará en San Bernabé dos placas, en recuerdo de la presencia y de la actividad del beato Ludovico Pavoni. A las 16.00, en el Salón Vanvitelliano del Palacio de la Logia, sede del Consistorio, tendrá lugar la presentación del volumen de las Actas del congreso de estudios, celebrado el 13 de octubre de 2007; participarán también el Obispo, mons. Luciano Monari y el Sr. Alcalde, Excmo. D. Adriano Paroli.

A las 18.15 tendrá lugar en Sta. María Inmaculada una solemne concelebración, presidida por mons. Juan Bautista Morandini, Nuncio apostólico emérito.

El sábado 4 de abril se desarrollará también, por décimo año consecutivo, la Marcha Pavoniana de Brescia a Saiano. Al mismo tiempo en Madrid tendrá lugar la Asamblea anual provincial de la Familia pavoniana, aprovechando la celebración del 25º aniversario del inicio en esta ciudad, por parte de la Congregación, del proyecto de recuperación de toxicómanos.

Por mi parte, estaré en España para visitar las comunidades del 9 al 21 de marzo.

El sábado 21 de marzo se reunirá en Trento el consejo de Federaciones de los Ex alumnos.

Hoy, 21 de marzo, la comunidad de Filipinas se traslada a otra nueva casa, alquilada, siempre en la zona metropolitana de Manila. La nueva dirección es la siguiente:

Sons of Mary Immaculate – Pavonians

7 Puerto Rico St., Loyola Gran Villa,

1110 Quezon City (Metro Manila) – Philippines

Es el primer domingo de Cuaresma. Nos ponemos a la escucha de la fuerte invitación que nos viene de la palabra de Jesús: “El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y cree en el Evangelio” (Mc 1, 15). Bajo esta luz os deseo a todos vosotros un camino cuaresmal de auténtica conversión, y os saludo en el Señor.

 

p. Lorenzo Agosti

Tradate, 1 marzo 2009, I domingo de Cuaresma (B)