Queridos hermanos y laicos de la Familia pavoniana:
Hemos iniciado un nuevo año, que recibimos como don del Señor y que ponemos en las manos del Señor. Estos días, en que celebramos con alegría el evento de su nacimiento, sentimos en el corazón un vivo agradecimiento hacia el Señor. Al agradecimiento, sostenido por una profunda confianza en Él, se une una invocación suplicante, a fin de que su bendición acompañe nuestra vida y descienda sobre este mundo, trayendo paz y esperanza a toda la humanidad.
Como Familia pavoniana continuamos nuestro camino, seguros de la protección del Señor y dispuestos a cumplir su voluntad y su proyecto sobre nosotros.
En el 2009, el 1 de abril recordaremos los 160 años de la muerte del Padre Fundador, y el 11 de septiembre los 225 años de su nacimiento. Estas fechas imprimen un carácter especial al año que iniciamos y que queremos vivir, a la luz del Documento capitular, subrayando y acentuando la unidad de nuestras comunidades. Cada una de nuestras comunidades es y se siente unida en torno al Señor, en torno a María y en torno al Padre Fundador. Después de haber reflexionado en las cartas anteriores sobre los primeros dos aspectos (Señor y María), me detengo ahora sobre el tercer aspecto (Padre Fundador).
Comunidad unida en torno al Padre Fundador
Si la unidad en torno al Señor fundamenta la comunión de vida entre nosotros, nuestra vida de comunidad está caracterizada por una referencia significativa no sólo a María, sino también al Padre Fundador, el beato Ludovico Pavoni. Lo había subrayado con fuerza en la relación expuesta en el Capítulo general.
La referencia al Padre Fundador no es una piadosa devoción y no constituye solamente una obra de carácter histórico o cultural. No es tampoco un acto de propaganda. Mirar al padre Fundador, remitirse a su ejemplo, mantener vivos su recuerdo y su presencia constituyen una necesidad vital para todos nosotros. Porque nuestra vocación se ha iluminado y concretizado en el encuentro con su persona. La llamada del Señor se ha verificado en el encuentro con la Familia pavoniana, nacida del corazón de Ludovico Pavoni.
Nos hemos consagrado al Señor para continuar en la Iglesia, en favor de la juventud más necesitada, el carisma del padre Pavoni, que ha traído muchos frutos de bien a través de la historia de la Congregación; esa historia que ha llegado a nosotros y de la que nosotros formamos parte.
Hoy somos todos nosotros su Congregación. Éste es el honor y la carga que nos corresponde. La Congregación es nuestra familia. Nuestro ser y nuestro actuar adquieren sentido y densidad en cuanto son expresión de esta Familia a la cual pertenecemos y que sigue inspirándose en el Padre Fundador. No pueden ser sino su figura, su humanidad, su dedicación y su santidad las realidades que hoy nos permiten y nos espolean a entregarnos totalmente en bien de los jóvenes, llevando a cabo y haciendo eficaz en el hoy lo que él obró en su tiempo.
Si se empaña esta referencia al Padre Fundador, se empaña también el sentido profundo de nuestra vocación y nuestro apostolado se vuelve genérico. Nuestra identidad encuentra su plena luz y su fuerza en el amor al Padre Fundador y en el sentido de pertenencia a la Congregación.
Este sentido pleno de identidad vigoriza también nuestro apostolado y nuestra misión.
La referencia al Padre Fundador es una necesidad intrínseca de nuestra vocación y de nuestra misión. El Fundador es para nosotros maestro de vida y maestro en el campo educativo. Es él quien nos impulsa a fiarnos de la Providencia de Dios, a amar a María, a ser familia, a vivir el espíritu de familia, a dedicarnos con todas las fuerzas a la educación de los jóvenes y al servicio de la Congregación y, a través de la Congregación, al servicio de la Iglesia. Es la fidelidad al Fundador y a su carisma lo que nos impulsa a responder a las necesidades de los jóvenes de hoy. Sólo si reavivamos en nosotros la pasión del padre Pavoni, su pasión por el Señor y por los jóvenes, podemos hoy considerarnos verdaderamente pavonianos y revitalizar la Congregación.
Retornar al Fundador para partir de nuevo de él… Una jornada o una semana pavoniana
Esta experiencia la vivimos ante todo en nuestra comunidad. El remitirnos al Padre Fundador constituye un impulso para hacer comunidad, para estar unidos, para sentirnos familia, para actuar en su nombre. Así, pues, comprendemos que tenemos necesidad de seguir profundizando en el conocimiento y de crecer en el amor del Padre Fundador, al tiempo que irradiamos a nuestro alrededor su figura.
Es un retornar al Padre Fundador para partir de nuevo de él. Es un volver al Fundador para reapropiarnos del manantial de nuestro carisma y de nuestra identidad. Este proceso representa para nosotros no sólo el deseo de fidelidad al pasado, sino también y sobre todo el empeño por encontrar un camino de futuro, por dar futuro a la misión pavoniana. Desde la identidad toma forma la misión. Hacer nuestra la pasión espiritual y apostólica del Padre Fundador significa hacer nuestra su creatividad apostólica, su coraje de una acción educativa innovadora y transformante.
Se trata de vivir este proceso como Congregación, como Provincia y como comunidad: ser comunidades unidas en torno al Fundador, buscando encarnar su profunda espiritualidad, su ansia de comunión, su pasión educativa. Si esto es lo esencial, algunas opciones concretas pueden constituir constantemente llamadas para ir a lo esencial y para dar testimonio de ello.
Algunas opciones han entrado a formar parte casi por todos lados de nuestras costumbres: hay que mantenerlas y generalizarlas. Como es el rezar cada día por la glorificación del Padre Fundador, confiándonos a su intercesión; el festejar las fechas señaladas durante el año en nuestro calendario: al 1 de abril, el 28 de mayo, el 11 de septiembre, el 8 de diciembre con la novena de preparación; las 24 horas de adoración continua ante la proximidad del 28 de mayo… Así es también el uso de las intenciones cotidianas de oración sacadas de la Regla de Vida.
Otras opciones habrá que extender o consolidar: la meditación semanal sobre la Regla de Vida y la lectura cotidiana de un párrafo de la Regla de Vida; así como valorar los numerosos subsidios para conocer al Padre Fundador y difundir su devoción.
Finalmente, otras opciones hay que recuperarlas o relanzarlas, o inventarlas, o pueden caracterizar este 2009, recordando dos aniversarios biográficos del Padre Fundador a los que he aludido. Como el celebrar una jornada o una semana pavoniana, con que sensibilizar a nuestros colaboradores, a los muchachos o a los jóvenes de nuestras estructuras educativas, a los fieles de nuestras parroquias, etc. Este año se podría proponer tener una jornada pavoniana también en las parroquias en que están insertas nuestras comunidades. Así cada religioso podría proponer tener un día pavoniano-vocacional en su parroquia de origen. Lo mismo podría hacerlo un grupo de laicos.
Éstas u otras iniciativas son medios que favorecen en nosotros el crecimiento de la “pavonianidad” y su irradiación en torno a nuestras comunidades.
Agenda de las próximas semanas
Del 8 al 10 de enero se reunirá en Tradate el Consejo general. Recuerdo que está en la imprenta el tercer y último fascículo sobre el Capítulo general, que reproduce la agenda y los documentos no publicados todavía.
Los días 21 y 22 están convocados en Lonigo los superiores y vicesuperiores de las comunidades de Italia.
El 23 de enero iré a visitar a los hermanos de Filipinas.
El martes 29 iniciará en Pouso Alegre el “encuentro pavoniano” anual de carácter vocacional.
El 2 de febrero, fiesta de la Presentación del Señor, nos uniremos a toda la Iglesia en la celebración de la jornada mundial de la vida consagrada.
Después del periodo litúrgico de Navidad y de Epifanía, rezaremos por la unidad de los cristianos (18-25 enero) e invocaremos la intercesión de los santos insertos en nuestro calendario: Inés (21), Francisco de Sales (24), Ángela Merici (27) y Juan Bosco (31).
Que la Virgen Inmaculada, Madre de Dios, y el beato Ludovico Pavoni acompañen el camino del nuevo año que iniciamos y nos obtengan del Señor toda gracia y bendición.
Os saludo y os deseo todo bien.
p. Lorenzo Agosti
Tradate, 1 de enero 2009, solemnidad de Santa María, Madre de Dios, y jornada mundial de la paz.