Nuestro Danielito, después de su participación en el Capítulo general, nos cuenta su experiencia.

           El Capítulo ha sido para mí un momento clave de encuentro fraternal, de escucha de Dios, de discernimiento,  y de revisar juntos nuestro ser, que-hacer y co-hacer, que me ha invitado como religioso Pavoniano a que asuma con mas ahínco, esperanza y amor la obra de Ludovico Pavoni amigo de Jesús. Por eso agradezco a Dios  en primer lugar y  luego a mis hermanos de Congregación, que en verdad nunca me imagine poder estar ahí, de entrada fue tan sorpresiva, que me preguntaba, porque yo sí y otros no, pero también la veía como una oportunidad de crecer como persona, como cristiano y como pavoniano.  Estaba expectante por lo de cómo es eso (lo del Capítulo), también abrigaba expectativas del como hacer un buen papel allí.

Al principio fue una dificultad lo del idioma (aunque había estudiado unos meses antes con mucho empeño), sobre todo los primeros días, pues me sentía como mosca en leche o sea perdido, esto me incomodaba y hasta se me enfadaba, pues no podía comprender, hablar y aportar, porque tenía la ilusión de ayudar desde lo poco a mi comunidad pues para eso estaba allí.

A medida que pasaban los días podía comprender algo y aportar con mi granito de arena al Capítulo, porque era consciente de lo importante que este momento significativo para nuestra Congregación, pues es una oportunidad clave para seguir siendo signo del Reino en la diversidad del hoy.

Aunque no se comprendían mucho las leguas: el español, el italiano y el portugués, he captado en los Religiosos y Laicos una pasión por cristo y una pasión por la juventud, sobre todo la más pobre, necesitada, desde el vivo carisma del padre Ludovico Pavoni amigo de los pobres y de los jóvenes.

Aquí conocí y compartí con personajes de mi Congregación que me han impactado y de los que he aprendido en tan poco tiempo por su entrega como  un padre Rossi, un padre Rinaldi, un padre Regazzoni y otros muchos. También laicos como Lola, Ana, Andrea, Chiara, Leci y Paulo que son un ejemplo de vida que desde su estado laical, y son un gran signo de la presencia pavoniana entre los muchachos. Y hermanos jóvenes como Diomar, José, p. Domingos, p. Olmedillo y  p. Odair, que son claves para nuestro futuro como Congregación.

La parte mística del Capítulo estuvo marcada por la oración, la reflexión y la escucha de la Palabra de Dios, que fue muy creativa, profunda y fraternal por parte de las tres provincias (España, Italia y Brasil), y fue tan enriquecedora y significativa para mi, aunque casi no entendiese lo de la lengua, que lo veía como un Pentecostés. Parecíamos en verdad como esa primera comunidad, reunidos alrededor de María, para esperar la promesa del Espíritu.

Pero no fue todo reunión y reflexión, también se hizo presente la parte lúdica del encuentro, aprovechando en los momentos de descanso o después de comer, aquí pude encontrarme más de cerca con estos hermanos, a pesar de la dificultad de la lengua, que al fin y al cabo no fue una barrera infranqueable.

Esto fue genial y edificante para mí, pues compartí momentos con los hermanos religiosos y laicos pavonianos, como el ir a la nieve con los hermanos Brasileños (Diomar, Odair y Florio), hablar con el hermano José para unos consejitos prácticos para la pastoral vocacional, visitar el pueblo de Chiara, o rezar el rosario con los hermanos laicos Brasileños (Paulo y Leci) el mismo día de la elección del superior general, el show musical casi ya cerrando Capítulo o también el caminar al Puente de los Bueyes o al pueblo de Pontedilegno para tomar cafecito o alguna birra.

La elección del padre Ricardo como vicario general fue una sorpresa, porque pensábamos que si salía elegido no iba aceptar, pero al final aceptó porque él tiene claro lo que significa ser Pavoniano desde esa responsabilidad a pesar de que tiene muchísimo que hacer, esto es un ejemplo claro de obediencia, para mi y para los demás religiosos y laicos pavonianos.

La despedida fue muy efusiva, aunque con cierto componente de nostalgia porque quizás muchos no los volvería a ver dentro de mucho tiempo, pero muy contentos porque se ve la alegría, el entusiasmo, el esfuerzo y la entrega, pero todo esto dentro de un espíritu de familia que se proyecta al futuro. La mano de María señala al Espíritu de Jesús, para que reparta el vino nuevo del Reino a ejemplo de los servidores de Caná, tal y como lo hizo Ludovico Pavoni en su vida y obra.

Me hubiera gustado aportar más y hacerlo mucho mejor pero no pude. Sólo me queda comprometerme a trabajar por el Reino desde el carisma pavoniano, colocándome eso si en las manos de la Divina Providencia para que pueda hacer algo.