En el viernes de la Octava de la Pascua... algunas impresiones sobre la Pascua 2008

Son las palabras que en medio de la noche resuenan con especial fuerza para los que año tras año vivimos esta experiencia de la Pascua de Jesús. La primera luna llena de la primavera radiante, la noche cerrada, el aire frío, el fuego que nos calienta y hermana. Carlos, en medio del silencio y de la noche, en medio del fuego y del corro, proclama el Cirio Pascual, con voz clara y firme, casi a voces: "Cristo ayer y hoy, principio y fin, alfa y omega, suyo es el tiempo y la eternidad, a Él la gloria por los siglos". Los más veteranos, tomamos conciencia de que el Señor, esta Noche santa, pasa a nuestro lado, resucitado y resucitador, siempre joven. Suyo es el tiempo y la eternidad, suyos somos cada uno de nosotros, con nuestras miserias y grandezas, suya es nuestra familia. Suyos son nuestros queridos jóvenes. Es la luz de la Pascua que disipa nuestras tinieblas, que vence la oscuridad, que alumbra nuestro caminar. En la imagen, vemos a Carlos grabando estas palabras en el Cirio que nos acompañará todo el tiempo de la Pascua y todo el año.

Este año, al bendecir el Cirio, pensaba en nuestros grupos Saiano y en nuestra Familia pavoniana, en vísperas del 38º Capítulo general. Sin duda estamos en sus manos, pero Él es el Dios del futuro, siempre por delante, siempre animando y motivando, siempre dando nuevas razones y nuevos motivos. Es el Dios que se ha quedado hecho carne entre nosotros, y por eso no tenemos nada que temer. Proclamamos su señorío sobre nuestra vida y nuestras obras, y en ese momento, dejamos todo en sus manos. Él sabe bien lo que se hace.

Estoy convencido de que ese buen Señor, y su paso y su huella en la mañana, ha hablado claramente y al corazón a nuestros jóvenes. Estoy convencido de que no puede callar, porque es la vida de Dios quien le mueve. A cada uno, en el silencio y el bullicio, en la plaza mayor y en el albergue de Cáritas, en la Cárcel y en la ciudad, en las celebraciones y en la oración, en la fiesta y en la fraternidad... el Señor de la Vida le ha dicho algo, porque no puede callarse. Su voz resuena y a toda la tierra alcanza su pregón.

Decía Gandhi, "dadme cinco convencidos y cambiaré el mundo". En el deseo de que la huella del Resucitado no se borre en ninguno, y en el deseo de que sigamos renovando año tras año, pascua tras pascua, el encuentro con el Viviente, os deseo una feliz Pascua. A los que hacéis posible cada año este milagro, con vuestros cinco panes y vuestros dos peces, de forma sencilla pero concreta. También a los que de una u otra forma expresastéis vuestra comunión, con mensajes, recuerdos, oraciones... Que nunca perdamos de vista que los jóvenes son tesoro para nuestra Familia, son la "primavera prometedora de la Iglesia y del mundo". El Resucitado, a través de ellos, nos rejuvenece y nos lanza a nuevos retos. Todo es posible porque es Pascua. Todo está lleno de su presencia, porque ha resucitado.

Que este Señor, que habla y vocea, que insiste y convoca, nos siga haciendo pascueros y pascueras incombustibles en medio de una sociedad que "adolece, pena y muere". Un año más, pero un año diferente, especial, para ti y para mi. Danos de tu amor, de tu vida, de tu voz... para seguir despertando testimonios y testigos, vocaciones, laicos y religiosos, tuyo es el tiempo y la eternidad, a Ti la gloria por los siglos.