Queridos hermanos y laicos de la Familia pavoniana:
En estos días en que revivimos con la liturgia la Navidad del Señor, damos inicio a un nuevo año civil, invocando, por intercesión de María, la paz de Dios para las naciones de la tierra, para cada familia y para todos los “hombres que Dios ama” (Lc 2, 14).
Como Congregación en el 2008 celebraremos el XXXVIII Capítulo general. Lo estamos preparando en la oración y en el compartir de propuestas y experiencias.
La Regla de Vida nos recuerda, entre otros aspectos, que el Capítulo general “es un tiempo fuerte de autoconciencia de la Congregación, la cual se interroga sobre la fidelidad al ideal evangélico de vida consagrada y apostólica querido por nuestro Fundador” (252). La misma Regla de Vida, al comienzo, nos presenta el ideal evangélico del padre Pavoni. “Un don particular del Espíritu, concedido al Fundador, Ludovico Pavoni, por intercesión de María, configuró con Cristo a este hermano y lo indujo a dedicarse a la salvación de la pobre humanidad, en esa porción – la juventud – que fue siempre predilecta del Señor. Al mismo tiempo, lo llevó a reconocer la acción divina en un grupo de colaboradores dispuestos a vivir en comunión con él, consagrándose a Dios y a los jóvenes. De este modo, lo sostuvo para que fundara una Congregación destinada a perpetuar la misión iniciada” (8).
Encontramos aquí las referencias fundamentales que están en el origen de nuestra Congregación y que aún hoy inspiran su existencia y acción.
Un don especial del Espíritu... lo conformó con Cristo... y lo indujo a dedicarse...
En el principio está la iniciativa de Dios, la intervención del Espíritu; en la base está el carisma. Ésta es siempre la perspectiva en que hemos de situarnos, al mirar al ayer y al hoy de nuestra Congregación. Éste es el punto esencial. Si desminuye esta referencia, no somos capaces de comprender nuestra identidad de manera verdadera y profunda. Todos los demás aspectos de nuestra realidad son importantes, pero relativos a la acción del Espíritu, que ha dado inicio y que sigue dando vitalidad y significado a nuestra vocación y a nuestra Familia. Podemos, por tanto, repetir con la Regla de Vida: “Con fe humilde reconocemos que nuestra Congregación no subsiste por intuición o voluntad de los hombres, sino por iniciativa de Dios que libremente crea y conserva” (7). La persona y la obra del Fundador y de todos los que han seguido fielmente sus huellas son ciertamente relevantes, pero en cuanto representan ante todo la manifestación de una disponibilidad a la acción del Espíritu.
Y, junto al protagonista fundamental que es el Espíritu, hallamos la presencia y la intercesión de María, celeste inspiradora y especial protectora de la Congregación (Cf. RV 172). Desde el inicio la Regla de Vida subraya el estrecho lazo entre el Padre Fundador y la Virgen Inmaculada. No se puede comprender la figura y el apostolado del padre Pavoni sin esta fuerte referencia a María. Como, al mismo tiempo, no podemos considerarnos auténticos pavonianos, si no nos sentimos “hijos de María” y si no intentamos vivir como tales.
El don del Espíritu obra en el Fundador en una doble dirección. Lo conforma con Cristo y lo lleva a dedicarse a la juventud en estado de pobreza. Se trata de un movimiento unitario y complementario. En su experiencia de fe existe una íntima conexión entre estos dos aspectos. La configuración con Cristo, de la que el padre Pavoni nos da testimonio con frecuencia en sus escritos, no sólo le lleva a dedicarse al apostolado juvenil, sino que lo sostiene en esta dedicación. Y su hacerse “todo a todos” (1 Cor 9, 22) manifiesta su profunda configuración con Cristo.
“Configurar su vida con la de Cristo” y “trabajar incansablemente por la salvación del prójimo” (RU I 64) constituyen el único fin al que el padre Pavoni tiende en su vida y que él ha propuesto y propone a los que el Señor llama a compartir su mismo carisma.
...lo llevó a reconocer la acción divina en un grupo de colaboradores...
Desde el principio, en torno al Fundador se habían reunido unos colaboradores, que lo sostenían en su actividad educativa. Con el transcurso del tiempo, entre ésos estaban también algunos jóvenes que había acogido y ayudado a crecer en su oratorio y en su Instituto. Algunos de ellos mostraban no sólo inclinaciones y actitudes hacia la formación de los chavales, de los que el padre Pavoni se hacía cargo, sino también una especial sensibilidad religiosa y plena disponibilidad para compartir su vida y sus opciones. Su presencia fue para el p. Pavoni el signo de una iniciativa de Dios, que lo llamaba a constituir una Familia religiosa, que ya desde hacía mucho tiempo había creído oportuna. Así se transformó, con el reconocimiento de la Iglesia, en el Fundador de aquella Congregación, de la que hoy nosotros somos herederos y continuadores.
En pocas líneas la Regla de Vida, en el nº 8, sintetiza el origen y el corazón del carisma del padre Pavoni y de nuestra Congregación.
Nosotros nos reconocemos en esta descripción, constituimos la prosecución de esa experiencia, que avatares históricos pusieron a dura prueba, pero que la Providencia de Dios sostuvo en su camino y favoreció en su crecimiento, en su misión y en su expansión.
El Capítulo general se convierte para nosotros en una ocasión prevista por la sabiduría de la Iglesia, para interrogarnos “sobre la fidelidad al ideal evangélico de vida consagrada y apostólica querido por nuestro Fundador” (RV 252). Así, pues, durante este periodo la Congregación se está preparando para un momento precioso de verificación, que ha de afrontar “mirando a Cristo y dejándose guiar por su Espíritu” (254). Así nos lo recuerda todavía la Regla de Vida. Y el texto de los Lineamenta sobre el que hemos reflexionado en los meses pasados, con el fin de formular algunas preguntas que consideramos cruciales para nuestro camino, llevaba por título: Nos interrogamos sobre el futuro de nuestra misión, bajo la acción del Espíritu, en el signo de la esperanza.
Nos damos cuenta de que las principales indicaciones y las consiguientes disposiciones para preparar de forma adecuada el Capítulo general son las mismas que atañen a la fidelidad a nuestros compromisos cotidianos. La revisión cada seis años es el momento privilegiado de una revisión continua de nuestra fidelidad creativa a Cristo y al carisma.
Por eso, seguimos dirigiendo y teniendo fija nuestra mirada, con fe, en varias direcciones.
Una mirada hacia lo alto: de Dios vienen la inspiración y la ayuda.
Una mirada al pasado: del Fundador y de la historia viva de la Congregación viene el ejemplo y el entusiasmo.
Una mirada dentro de nosotros: nuestro corazón es la sede del bien o del mal.
Una mirada a nuestra comunidad y a la Congregación: con los hermanos y con los laicos de la Familia pavoniana vivimos nuestra consagración y nuestra misión.
Una mirada alrededor nuestro: a los muchachos y a los jóvenes que están más expuestos al riesgo del fracaso dedicamos nuestra vida.
Una mirada a la Iglesia y al mundo de hoy: nos esforzamos por estar disponibles a las necesidades de los tiempos y a las solicitudes de la Iglesia (Cf. RV 254).
Una mirada al futuro: la esperanza en la Providencia del Señor siempre nos anima y nos sostiene.
Enero de 2008
Empezamos, pues, el 2008 en el nombre del Señor, pidiéndole que nos acompañe en el camino y en los compromisos de cada día que nos llegará como regalo de su bondad.
Con ocasión de la próxima reunión del Consejo general, entre el 10 y el 12 de enero, tendrá lugar la convocatoria oficial del Capítulo general, a la que seguirá la puesta en marcha de todas las ulteriores indicaciones que están previstas por nuestros Estatutos.
El 19 de enero espero poder realizar la visita a los hermanos de las comunidades de Asmara.
Del 26 al 29 se celebrará en Pouso Alegre el “encontrão” anual de los aspirantes pavonianos de Brasil.
Durante este mes, del 18 al 25, nos uniremos a toda la Iglesia para la celebración de la Semana de oración por la unidad de los cristianos. Y resaltaremos, según nuestro calendario pavoniano, las memorias de santa Inés, san Francisco de Sales (santa Ángela Merici) y san Juan Bosco.
A su intercesión y a la del Padre Fundador y de María santísima, Madre de Dios, a la que recordamos en la celebración de hoy, confiamos nuestros propósitos y nuestras esperanzas.
El Señor nos bendiga, nos proteja y nos sea propicio.
Con este deseo os saludo a todos en el nombre del Señor.
P. Lorenzo Agosti
Tradate, a 1 de enero de 2008, solemnidad de la santísima Virgen María, Madre de Dios, y jornada mundial de la paz.