El p. Federico Bossi vio la luz en Milán, el 1 de septiembre de 1902. Su vocación, como él mismo escribió, nació en otoño de 1916, en el Oratorio-Patronato de San Antonio. Allí conoció al p. Giovanni Allegranza, con el cual siempre tuvo una relación de amistad. Del p. Allegranza, el p. Federico aprendió la amplitud de miras en el ámbito educativo, la austeridad ascética en la formación personal, el empeño serio y perseverante en el trabajo (¡sin perder un minuto!), el amor a Pavoni, a la Congregación y a María. En el perfil espiritual del p. Bossi influyeron también mucho los pp. Rolandi y Terranini, que fue su Maestro en el noviciado. El ejemplo y la palabra de tales maestros hicieron mella en su persona, por naturaleza entusiasta y receptiva. El entusiasmo, en todos los niveles, fue para el p. Federico un gran don que le ayudó a vivir con intensidad y convicción todo lo que hacía.
El p. Federico Bossi entró en el noviciado a los 19 años, el 13 de agosto de 1921, y el 15 de agosto de 1922 emitía su primera profesión. Fue llamado a filas al servicio militar en Verona entre 1922 y 1923. Después de la profesión perpetua en 1926, fue ordenado presbítero en el Duomo de Milán por el beato cardenal Schuster, el 22 de diciembre de 1929.
Como sacerdote pasó casi dos años en Monza siendo el vicerrector. Fue después enviado a Brescia como Superior y adjunto del Maestro de Novicios, y el 24 de mayo de 1932, con apenas tres años de ordenación sacerdotal, fue destinado como Superior a Milán. Del 1935 al 1947 fue Maestro de Novicios, y en 1947 partió para Brasil. En 1953 volvió a Italia y le fue confiado el encargo de Director espiritual en Milán, Tradate y Trento, y de Animador vocacional en Milán y en Trento. Pasó también un bienio en Roma como Superior de la Comunidad de San Bernabé. Después vinieron los últimos años transcurridos primero en Susà y después en Tradate. Su "jubilación" fue activísima. Publicó 8 volúmenes de carácter histórico, unas 2517 páginas. Un trabajo imponente sobre la cronohistoria de la Congregación.
El trabajo, manual e intelectual, fue hecho con tanto amor que para él se convertía en un motivo de alegría, que manifestaba con una sonrisa limpia, inocente, transparente y comunicativa: era la sonrisa de un corazón sereno, consciente de ser amado y gozoso de poder amar, con sencillez, con discrección, con respeto.
P. Federico escribió el 1 de enero de 1993, casi como testamento: "Me parece que he amado tanto a la Congregación especialmente en los últimos años, que ha crecido en mi la gratitud por haberme comunicado un intenso amor a Jesús y a nuestra querida Madre María, tal y como nuestro santo Fundador deseó".
Se encontró con el Señor Jesús y con María el 15 de febrero de 1999, a los 96 años, casi 77 de vida pavoniana y 70 de sacerdocio.
Tuve la suerte de tenerlo como "Maestro ajdunto" en el noviciado, durante el mes de enero de 1990, durante el Capítulo general. En su habitación de Susà nos enseñó la historia de la Congregación y sobre todo a amarla en su vida y sus miembros. En la dedicatoria de la Cronohistoria escribía: "Al querido novicio este volumen como regalo, para lo lea atentamente y pueda ayudarlo siempre en un mayor conocimiento y amor práctico por nuestra Congregación".
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